Capítulo 28: El Masaje más violento del mundo

En Tailandia no todo es perfecto 😅

¡Hola, viajero/a!

¡Qué ganas teníamos de volver a tope con nuestras anécdotas! Han pasado muuuuuchas cosas estos días: bodorrio, Camino de Santiago, Tanzania… (estaros pendientes a nuestro Instagram porque lo estamos contando todo).

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Lo que nos ocurrió en Asia - Capítulo 28:
El Masaje más Violento del mundo

Una de las cosas más recomendadas cuando estás en Tailandia es probar el famoso masaje tailandés tradicional. Lo pintan como una experiencia relajante, casi espiritual. Lo que nadie te dice —o al menos no te lo dicen con suficiente énfasis— es que puede ser también un entrenamiento militar encubierto.

Estábamos en Bangkok, después de varios días recorriendo templos, comiendo pad thai a todas horas y caminando hasta que los pies nos pedían tregua. Así que dijimos: “Va, hoy nos relajamos.”

Entramos a un local pequeño, con olor a mentol y música suave de fondo. Luz tenue, incienso, gente en silencio… todo muy zen. Al llegar, nos recibieron dos mujeres diminutas, con una sonrisa amable. Todo parecía ir bien... la señora de recepción nos sonrió y nos ofreció tres tipos de masaje:

  • Soft

  • Medium

  • Strong

Patri, con sabiduría anticipada, pidió el Soft. Yo, confiado, elegí el Medium, pensando: “Bueno, no quiero que sea tan flojito”. Error de principiante.

Nos llevaron a una sala con varias colchonetas alineadas. Nos indicaron tumbarnos y empezó la sesión. Todo muy bien al principio: movimientos suaves, presión controlada, respiración profunda. Pero a los cinco minutos, la situación cambió.

Ya tumbado boca abajo, noté los primeros toques de presión en los hombros. Bien. Luego, un giro extraño en el cuello. Bueno, diferente. Después… una rodilla clavada entre las costillas. No estaba seguro si me estaban relajando o intentando sacarme información confidencial.

Intenté mirar de reojo a Patri: su masajista era una mujer diminuta, de unos 40 kilos, pero parecía tener la fuerza de un equipo de rugby. La mía era igual: bajita, amable… y con manos de acero inoxidable.

En un momento, la masajista se subió literalmente encima mío, me agarró de los brazos y me dobló hacia atrás como si fuera un arco. Escuché un “clac” que no supe si venía de mi espalda o del suelo de bambú. Mientras me doblaba por quinta vez, solo pensaba: “Si esto es el medium, no quiero ni imaginar el strong…”

Al lado, Patri soltaba una mezcla de carcajada y gemido de dolor. Intenté mirarla, y observé que la suya también estaba encima, caminándole por la espalda como si fuera una pasarela. “¿Estás bien?”, le pregunté entre dientes.

“Creo que me están reacomodando el alma”, me respondió.

El masaje duró una hora. Una. Hora. Entera. Cuando finalmente dijeron “finish”, quedamos los dos tumbados en silencio, mirando el techo, sin poder movernos. Nos levantamos despacio, como dos abuelos después de una maratón. Salimos con los pelos despeinados, las camisetas arrugadas y una mezcla de alivio y trauma físico. Pero hay que reconocerlo: esa noche dormimos como bebés.

Moraleja y Aprendizaje de la Historia

Tailandia te enseña que lo “espiritual” también puede doler. A veces lo que te hace bien no viene envuelto en calma ni música relajante, sino en una señora de 40 kilos con manos de acero inoxidable.

Y, como todo en los viajes, vale más entregarte a la experiencia que tratar de controlarla. Porque si algo te saca de tu zona de confort, probablemente valga la pena (aunque duela un poco).

“No siempre el relax es paz. A veces es una batalla de una hora que te deja nuevo.”

▶︎ OJO! Recuerda hacerte el masaje en lugares con buenas reseñas, no vayas a cualquier lado. No es la primera vez que algún viajero confiado ha acabado en el hospital por alguna lesión inesperada. Recuerda viajar siempre con seguro de viaje para estar protegidos en todo momento, os dejamos nuestro descuento 🙌🏼

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