Capítulo 24: El viaje que casi no cuento

Este mes pasará algo especial...

¡Hola, viajero/a!

Ya son varios meses con este proyecto de la Newsletter, ese espacio especial para poder explicaros anécdotas y aprendizajes en nuestros viajes. Cada día somos más en la familia, así que desde aquí, os mandamos un fuerte abrazo 🫂

En esta ocasión, la anécdota no va de algo que nos pasó en Asia. Sino más bien, nuestro primer gran problema que gestionar en España, una vez dejé todo en Argentina para conocer a Patri. Pero seguro que puede pasarte en cualquier lado del mundo… ¡Así que aprende de nuestros errores!

‼️ POR CIERTO ‼️ En septiembre la dinámica de las newsletters cambiarán un poquito porque… ¡NOS CASAMOS! 🥰 Sí, a final de septiembre. El 27, concretamente. Por ello, os contaremos historietas de otros viajes o de nuestro día a día, pero tranquilos, que los capítulos de anécdotas en Asia seguirán saliendo 😛 

▶︎ Recuerda que puedes leer todos los capítulos de anécdotas de viaje ya publicadas, puedes hacer clic aquí.

En la Newsletter de hoy:

“El viaje que casi NO cuento”

Patri y yo nos conocimos en la era dorada de Facebook, cuando todavía no existía Instagram y los “likes” no decidían tu vida. Hablamos durante 11 meses seguidos, todos los días, a todas horas. Y un día, con 21 años recién cumplidos, decidí que ya era hora: haría mi primer viaje en avión para cruzar el Atlántico y conocerla en persona.

Era la primera vez que salía de mi país, primera vez en otro continente… y me esperaba el amor de mi vida al otro lado del charco.

En el vuelo, me tocó al lado un hombre de unos 50 años. Me vio nervioso y me sacó charla. Me contó que trabajaba en la AFIP de Argentina, que había viajado por medio mundo, y sacó un pasaporte lleno de sellos como si fuera un álbum de figuritas. Iba a esquiar a Europa con unos amigos, y me confesó que la última vez que lo hizo, se rompió la rodilla el segundo día… y no tenía seguro de viaje. La broma le había costado 15.000 euros. Lo contaba como si nada, pero yo, que no había ahorrado ni una fracción de eso en mi vida, lo miraba con cara de “a mí que no me pase nunca”.

Aterrizamos en Barcelona. Cuando la puerta de llegadas se abrió, la vi. Patri, mirándome desde un costado. Un abrazo, un beso… y 11 meses de distancia se hicieron polvo en un segundo.

Los días siguientes fueron perfectos: paseos, turismo, noches charlando hasta tarde… hasta que, de repente, empecé a sentir una molestia fuerte en la garganta. Siempre había tenido alergias, pero claro, esta era la primera vez que estaba en otro bioma, con otro polen, otros ácaros… y mi cuerpo estaba jugando de visitante.

Con el seguro médico que había contratado en Argentina (uno cualquiera, elegido sin pensar demasiado), fui al médico. Error. El primer “profesional” al que me mandaron era un señor de unos 70 años que me atendió en su casa. Miró mi garganta y dijo que estaba “perfecta”, que mi dolor era “subjetivo”. Me fui, molesto y desconfiado, pensando que se me pasaría solo.

Una semana después, comiendo un trozo de pan, el dolor fue tan intenso que terminé llorando. Fui al baño, abrí la boca y vi mis amígdalas tan inflamadas que apenas quedaba espacio para respirar. Ahí sí que me asusté. Llamamos de nuevo al seguro y, esta vez, nos enviaron a otra clínica. Cuando la doctora me vio, se quedó de piedra: estaba a un paso de que la garganta se me cerrara por completo. Me enchufó cortisona al instante y me explicó que seguramente había reaccionado a un nuevo tipo de ácaro, y que el diagnóstico erróneo anterior pudo haberme costado la vida.

Ese día entendí algo que ni las palabras del esquiador en el avión me habían grabado: un seguro de viaje no es un trámite, es una red que puede salvarte la vida. Desde entonces, jamás salgo sin uno bueno, con cobertura real y asistencia seria, adaptada a lo que voy a hacer. Porque puedes planear tu viaje perfecto, pero el imprevisto nunca avisa.

▶︎ Moraleja: puedes aprender por consejo… o por golpe. Yo elegí la segunda, y créeme: no es la más divertida. Solemos pensar que viajar lejos es peligroso y que en países que crees “casa” no te pasará nada. Error. Aun viajando en zonas que crees “seguras” puedes vivir un mal trago, por eso es imprescindible que contrates siempre un buen seguro de viaje.

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