Capítulo 19: La Odisea del Monte Bromo 🌋

Y cómo ver el amanecer sin que nos estafen en el intento

¡Hola, viajero/a!

Hoy os explicamos una experiencia que, si vas de mochilero y quieres ver los volcanes de Java, probablemente te pase. Recuerda que cada semana os enviamos una anécdota NUNCA CONTADA ANTES con una moraleja final y consejo viajero que podéis utilizar. Si quieres leer otros capítulos anteriores puedes hacer clic aquí.

En la Newsletter de hoy:

Lo que nos ocurrió en Asia - Capítulo 19:
La Odisea del Monte Bromo 🌋

Cuando arrancamos nuestra aventura por la isla de Java, Indonesia, teníamos un objetivo entre ceja y ceja: ver el amanecer en el monte Bromo.

Habíamos escuchado mucho sobre el lugar y cómo hacer la excursión, pero también de todos los trucos para turistas. La mayoría caía en las mismas trampas: haciéndote creer que es imposible hacerlo por tu cuenta, que sí o sí tenés que pagar una excursión. Spoiler: no es verdad.

Lo que hicimos fue contratar un traslado que nos llevaría hasta las faldas del mirador y luego nos recogería a media mañana para llevarnos hasta el volcán Ijen, a unos 190 km de distancia.

Hasta ahí, todo normal. Pero como siempre, en Asia… todo puede pasar.

Monte Bromo

Nos subimos a un tren nocturno rumbo a la ciudad más cercana al Bromo: Probolinggo. Llegamos a eso de las 2:30 de la madrugada. Nuestro chofer ya nos estaba esperando.

No habíamos dormido absolutamente nada, pero el entusiasmo era más fuerte que el cansancio. El plan era claro: subir, ver el amanecer y seguir viaje. Solo que, en vez de ir hacia el volcán, el señor nos llevó a su casa.

Sí. A su casa.

Y nos dijo que teníamos que esperar una hora para recoger a otras personas que también habían contratado el transporte.

Nuestra cara era un poema.

Estábamos estacionados frente a la casa de un desconocido, en una ciudad que conocíamos desde hacía 7 minutos, sin señal, sin respuestas, y viendo cómo el chofer desaparecía… probablemente a dormir.

Nos quedamos ahí, adentro de una furgoneta, con la incertidumbre pegada al cuerpo. Intentamos contactar a la agencia, pero a esas horas, nadie respondió.

Una hora después, el señor volvió como si nada. Empezamos a recorrer hoteles hasta que la minivan se llenó, y por fin salimos rumbo al volcán.

Nos dejaron justo delante de los famosos jeeps que todos contratan para subir al mirador. El precio que pedían era absurdo. Una turisteada total. Así que ideamos un plan.

Jeeps en el monte Bromo

Desde ese punto no se puede caminar por tu cuenta, porque los “guías” te ven y te frenan. Te dicen que no podés subir si no contratás un servicio.

Hablamos con nuestro chofer (sí, el mismo que nos llevó a su casa) y le propusimos algo: le pagaríamos a él directamente, una fracción del precio original, para que nos subiera más arriba.

Accedió al instante.

Nos subimos de nuevo a la VAN, nos tapamos con mantas para que no nos vieran desde afuera y comenzamos el ascenso de forma clandestina. Cuando ya no había nadie, el chofer paró. Nos bajamos sigilosamente. Le pagamos. Y se fue.

Habíamos ganado. El primer paso estaba dado.

Ambientazo en el mirador del Bromo

Cuando llegamos al mirador principal, la escena era la que esperábamos: una marea de turistas, todos peleándose por el mejor ángulo, con trípodes, cámaras y gritos de “¡correte que me tapás!”.

Pero nosotros teníamos un as bajo la manga.

Días antes, unos viajeros nos habían pasado un atajo secreto para ver el amanecer sin nadie alrededor.

LA CLAVE: Llegar al mirador, doblar a la derecha por unas escaleras que suben por la montaña… y seguir subiendo hasta encontrar el lugar perfecto.

Lo hicimos. Y tenían razón. Vimos el amanecer completamente solos. Con las mejores vistas panorámicas del lugar. Con silencio. Con esa sensación de que estás exactamente donde deberías estar.

Amanecer en el Bromo

Después del espectáculo, emprendimos el regreso caminando. Mientras los jeeps bajaban a toda velocidad, nosotros íbamos despacio, disfrutando del paisaje, del aire frío y del recuerdo fresco.

En el camino, varias motos se detenían para ofrecernos llevarnos hasta el cráter… a precios ridículos. Los rechazamos una y otra vez. Hasta que se cansaron.

Cuando llegamos de nuevo a la ciudad y teníamos que ir hasta el cráter, conocimos a un chico que, por un precio accesible, nos llevó a los dos en su moto, y nos esperó allá arriba.

El trayecto fue… salvaje. Su moto era una carcacha y el camino de tierra no ayudaba. Pero llegamos. Le pagamos la mitad y subimos hasta el cráter. Creíamos que nunca lo íbamos a volver a ver, pero una hora después, ahí estaba esperándonos, en el mismo lugar donde lo habíamos dejado.

Volvimos con él a la ciudad. Y nos reencontramos con las personas que nos tenían que llevar hasta Ijen. Pero eso… eso es otra historia que os contaremos la semana que viene. Y te juro que es más surrealista aún.

Moraleja y Aprendizaje de la Historia

El amanecer en el Bromo vale todo el esfuerzo, pero el viaje hasta él puede ser una trampa si no estás atento. Cuestioná, investigá y, sobre todo, seguí tu intuición. A veces, para ver algo mágico, tenés que sortear un par de absurdos primero.

Consejo para viajeros:

  • Evitá contratar tours completos desde Probolinggo.

  • Negociá traslados por tu cuenta y buscá rutas alternativas.

  • Si ves que algo no cuadra, tenés derecho a dudar.

  • Hay atajos para ver el amanecer sin gente. Buscalos.

  • Y si vas en moto con un local… sujetate fuerte y confiá.

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