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Capítulo 18: El diluvio universal
Y el debut que no fue 🇦🇷


¡Hola, viajero/a!
Hoy os traemos una historieta de esas que dices: si puede ir mal, puede ir todavía peor. Recuerda que cada semana os enviamos una anécdota NUNCA CONTADA ANTES con una moraleja final y consejo viajero que podéis utilizar. Si quieres leer otros capítulos anteriores puedes hacer clic aquí.
En la Newsletter de hoy:

Lo que nos ocurrió en Asia - Capítulo 18:
El Diluvio Universal

Era 22 de noviembre de 2022, una fecha que tenía todas las fichas para ser histórica. Y lo fue… aunque no de la forma que esperábamos.
Llevábamos ya un tiempo viviendo en Bali. Esa misma tarde-noche, debutaba Argentina en el Mundial de Qatar, y yo, como buen futbolero, ya venía sintiendo el cosquilleo desde la noche anterior. Tenía una app de pago para ver los partidos, pero los de Argentina eran otra cosa. Había que vivirlos con gente, con gritos, con abrazos…
Busqué y rebusqué dónde se juntaban los argentinos por la isla. El elegido: The Melting Pot Saloon, en Ubud. Nosotros estábamos viviendo por Canggu en ese entonces, así que tocaba hacer unos 90 minutos de moto. Nada grave. La idea era salir después de comer, con tiempo suficiente pero sin llegar demasiado temprano. Todo planeado. Todo en orden.
Pero cuando el hermano de Patri —que también vivía con nosotros en Bali— escuchó nuestros planes y nos soltó una advertencia:
—“Parece que esta tarde va a caer una tormenta brutal. Salgan antes.”
Lo escuchamos, le sonreímos… y decidimos seguir con nuestro plan. Total, un poco de agua nunca mató a nadie, ¿no?
Error.
Salimos los dos en la moto, con una mochila liviana —habíamos conseguido un hostal por 1 euro y teníamos planes de cenar en uno de nuestros restaurantes favoritos de Ubud—. Todo pintaba increíble.
Hasta que el cielo pasó de estar un poco nublado a un negro amenazante. Primero fueron unas gotas. Después, el diluvio.
Nos detuvimos y nos pusimos los pilotitos (el chubasquero de plástico), esos que te venden en la calle por unas rupias y que parecen hechos con bolsas de basura. A los cinco minutos, el cielo parecía que nos estaba tirando baldazos de agua, uno tras otro. Los pobres pilotos no aguantaron semejante barbaridad, y cedieron al agua, empapándonos por completo.
El tramo que se venía era, por supuesto, el peor de todos: una carretera algo angosta y entre arrozales, sin ningún reparo. La moto patinaba, la visibilidad era nula, el viento nos sacudía como si nos quisiera mandar de regreso a España.
Y de pronto —PUUUM— un rayo cayó en medio de los arrozales, tan cerca que juraría que nos vibraron los huesos. Lo que al principio eran risas por lo desgraciados que éramos, se había convertido en miedo absoluto.
La carretera se convirtió en un río. El agua bajaba hacia nosotros como si la montaña hubiera decidido rendirse. Con los tobillos hundidos, seguimos como pudimos hasta encontrar una gasolinera donde refugiarnos un rato.
Y cuando la lluvia apenas bajó un poco… tocó continuar, ya que el partido estaba por empezar, y todavía teníamos que pasar por el hostal a dejar nuestras cosas.
Llegamos al hostal empapados, con la ropa pegada al cuerpo, pero con la mochila por dentro relativamente seca, cosa que nos vino muy bien para cambiarnos. Faltaban 20 minutos para el partido, así que arrancamos de nuevo y llegamos al bar.
El resto ya lo conocen. Argentina perdió 1-2 contra Arabia Saudita. Una travesía de locos, una derrota inesperada… y una noche que terminó con sabor a derrota por partida doble.

Moraleja y Aprendizaje de la Historia
Conducir en Bali bajo la lluvia (y en cualquier lugar del mundo) puede ser una aventura. Pero también puede ser un error. Un error peligroso.
No importa cuánta experiencia tengas sobre dos ruedas: el clima no perdona. En cuestión de minutos, el camino puede convertirse en un río, el cielo en una amenaza, y tu plan en una locura.
Esa noche aprendimos algo importante: la emoción no debe ganarle al juicio. Escuchar una advertencia a tiempo, tomar precauciones reales (y no un pilotito que parece celofán) o, simplemente, esperar un poco… puede marcar la diferencia entre una anécdota divertida o un accidente.
Sí, terminamos viendo el partido. Y sí, luego salimos campeones del mundo. Pero esa noche, bajo ese diluvio, entendimos que la pasión es hermosa, pero solo si no te arrastra con la corriente.
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