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Capítulo 12: El Robo más surrealista de la Historia
Y cómo se convirtió en nuestra mejor anécdota


¡Hola, viajero/a!
Esta es, quizás, el recuerdo más feo y a la vez surrealista que nos toco vivir en nuestra aventura de dos años por el sudeste asiatico.
Recuerda que cada semana os enviamos una anécdota NUNCA CONTADA ANTES con una moraleja final y consejo viajero que podéis utilizar. Si quieres leer otros capítulos anteriores puedes hacer clic aquí.
En la Newsletter de hoy:

Lo que nos ocurrió en Asia - Capítulo 12:
El Robo más surrealista de la Historia

La anécdota comienza en nuestra vuelta a Indonesia por tercera vez, ya que venían los primos de Patri a visitarnos para recorrer Bali juntos. Nosotros aprovechamos y fuimos antes a conocer la isla de Java, que todavía no habíamos estado.
La primera parada fue Yogyakarta, un lugar con mucha historia y con dos de los templos más famosos del país. Pasamos unos cuantos días ahí y llegó la hora de emprender viaje hacia nuestro próximo destino… una isla que nos habían contado que era un paraíso y que no era tan conocida.

Uno de los imprescindibles de Yogyakarta
Aclaramos que vamos a omitir decir el nombre de dicha isla, ya que prometimos a la gente local no hacerle mala fama por lo que nos pasó en ella.
Como viajábamos sin un itinerario marcado, íbamos reservando los hoteles y comprando los transportes en el mismo día que íbamos a utilizarlos. Si hay algo que nos enseñó viajar por Asia, es a improvisar y a no dar nada por hecho hasta que esté 100% confirmado.
Teníamos que tomar un autobús nocturno hasta el puerto, pero nos llamo la atención que todos los barcos para los próximos 30 días ya estaban agotados. Como las webs en Asia suelen estar desactualizadas lo tomamos como un error informático, pero antes preguntamos a la señora del homestay donde estábamos.
Nos explicó que teníamos que contactar con alguien que estuviera dentro de la isla para entrar. A nosotros esto nos pareció rarísimo, pero de igual manera le escribimos al chico del homestay donde queríamos quedarnos. Dicho homestay lo habíamos elegido ya que unas amigas que hicimos en el viaje nos lo habían recomendado.
Hablamos con Ali, el dueño del homestay, el cual nos comentó que él tenía boletos para viajar, que fuésemos al día siguiente por la madrugada tranquilos hasta el puerto, que iba a estar un amigo de él esperándonos.
Se le olvidó contarnos un pequeño detalle hasta el final, y es que el boleto nos iba a salir el doble, ya que estaba todo agotado en varias semanas y esto era un gran favor. Entendimos al instante que todo era una estafa muy bien organizada en la que básicamente tenías que comprar el pasaje por reventa, ya que los lugareños del puerto estaban entongados con los que vendían los tickets.
Aceptamos de mala gana y nos fuimos en un bus nocturno de 6 horas hasta el puerto. La idea era dormir esas seis horas, pero nuestro asiento estaba ubicado encima de la escalera de la salida trasera, por lo que no teníamos suelo donde apoyarnos. A cada frenazo teníamos que ir haciendo equilibrio para no caernos. Simplemente Asia.
Llegamos a las 5 de la mañana sin haber dormido ni una hora y nos tiramos en un banco del puerto, mientras tratábamos de contactar a Ali para saber quien era su amigo. Se acercaba la hora en la que salía el barco y Ali no daba ninguna señal. Los nervios empezaban a aflorarnos.

El puerto
Al cabo de las horas Ali nos respondió que su amigo llegaba en 30 minutos y nos dijo que le estaba costando mucho encontrar pasajes, por lo que el precio nos iba a salir… ¡3 veces más caro! ¡Nos estaban estafando demasiado ya! Aún así, aceptamos, porque estábamos tirados en un puerto sin escapatoria.
Al poco rato, Ali volvió a contactarnos diciéndonos que el precio volvía a aumentar por las dificultades de la gestión, por lo que nosotros decidimos mandarlos a tomar viento y le dijimos que ya nos buscaríamos la vida nosotros.
Como era tan temprano, nos pusimos primeros en la cola de la boletería, la cual abrió a las 8am. Lo único que nos dijo el empleado que vendía los tickets es que ya estaban todos agotados y que él no podía hacer nada.
Con la gente local no había problemas, para ellos si había boletos, y los pocos occidentales que llegaban al lugar ya tenían el contacto y eran estafados de forma clamorosa delante de nuestra vista. Patri muy enojada empezó a increpar a los revendedores diciéndoles que nos vendieran los dichosos tickets sin estafarnos, pero ellos se reían y pasaban olímpicamente de su cara.
Volvimos a la boletería y les pedimos que nos vendan pasajes para el día siguiente, y nos contestaron que eso iba a ser imposible, y que viniéramos mañana a la misma hora para ver si habían, dejándonos a entender que iba a pasar exactamente lo mismo.
Del enojo que teníamos, le dije a Patri que empezaba a ver la ruta para el próximo destino y que esta isla ya se podía ir a la mierda. Ella siguió peleando con los revendedores, mientras todo el puerto se quedaba vacío por la gente que subía al barco. Al poco rato solo quedábamos nosotros, ella discutiendo en la boletería y yo mirando cómo llegar al monte Bromo.
De repente entra una pareja por la puerta, con toda la calma del mundo a comprar sus boletos para un barco que, según ellos, habían visto en internet que salía en una hora. Resulta que esta pareja también estaba viajando por Asia sin pasaje de vuelta, y a su vez eran españoles.
Nosotros les contamos toda la situación, pero incrédulos fueron a preguntar a la boletería y les dijeron lo mismo que a nosotros: no hay tickets, vengan mañana. Por supuesto que ese segundo barco que ellos mencionaban no existía y era un dato falso de la página web del puerto.

El interior del deseado barco
Después de un largo tira y afloja, terminamos los cuatro adentro de la boletería discutiendo con los empleados y la policia, diciéndoles que no nos íbamos a ir hasta que nos vendieran 4 tickets para el día siguiente. Al final terminaron accediendo y nos lo vendieron de muy mala gana.
Una vez con los boletos en la mano, empezamos a conversar con esta pareja a la que llamaremos Jessica y Marcos, y nos fuimos los cuatro juntos a encontrar un hotel para pasar la noche.
Al otro día fuimos temprano con nuestro bendito boleto al puerto y entramos luego de discutir con un policía que nos quería cobrar la entrada del estacionamiento cuando ¡nosotros íbamos caminando!
Nos subimos al barco y en pocas horas llegamos a nuestra casi imposible isla, donde iba a estar Ali esperándonos para llevarnos a su homestay.
Antes de que pudieras entrar a la isla tenías que pagar una tasa, lo cual es normal en muchas islas, ya que va destinado a cuidar la zona. En la mayoría de islas que fuimos eran 2 o 3 euros por persona, pero acá nos querían cobrar ¡80 euros por los 4!
Nosotros nos negamos rotundamente y le preguntamos a Ali si había una forma de evitar esta disparatada cifra, a lo que él aceptó al instante. Nos dijo que esperáramos a que se vaya todo el mundo, nos pasó a buscar por detrás del edificio portuario con un coche, y salimos de allí agachados y tapados por encima de la cabeza con nuestras cosas. Nos habíamos ahorrado pagar 80 euros, ¡una buena! ¡Con esa cantidad de dinero nosotros dormíamos una semana entera!
Llegamos al homestay, nos recibieron muy bien, y aunque era muy simple tenia su encanto. Como los cuatro habíamos reservado a ultima hora sólo podíamos optar por dos habitaciones en la planta superior, donde solo había un colchón tirado en el piso que ocupaba el 90% de la habitación y un ventilador que tardaba 5 minutos en encenderse. Cabe aclarar que en la planta de arriba sólo estaban estas dos mini habitaciones y nada mas, los baños compartidos estaban en la planta de abajo. A nosotros no nos importó, le pedimos un par de motos a Ali y él nos las trajo mientras comíamos algo.
Lo primero que hicimos fue ir otra vez al puerto para buscar los pasajes de salida, a sabiendas de lo que ya había pasado. Fuimos con Marcos y estaba todo cerrado, preguntamos por los alrededores y nos dijeron que pasásemos por la mañana, de 11 a 11:30. Ese era su horario de atención al cliente, unos genios.
Volvimos al homestay, agarramos nuestras cosas y nos fuimos los cuatro a ver por primera vez la playa y disfrutar de un bonito atardecer. Los días siguientes transcurrieron de manera tranquila, pero como Jessica y Marcos tenían un ritmo diferente al nuestro a la hora de recorrer y viajar, solo nos veíamos para desayunar y para cenar.

La isla secreta
Jessica y Marcos decidieron dejar en manos de Ali la compra de los tickets para irse, pero nosotros fuimos en esa franja horaria de atención al cliente para comprar los pasajes de salida, los cuales nos lo vendieron con muy mala gana. Llevábamos ya 4 días recorriendo la isla y ya casi era el cumpleaños numero 30 de Patri, por lo que decidimos quedarnos una semana entera.
Con respecto a la isla, no sé en donde destinarían el dinero que te cobran al entrar para cuidarla, ya que la mayoría de playas que eran preciosas parecían un basurero, y las que estaban limpias ¡tenias que pagar para entrar!

Así lucían las playas gratis
El cuarto día transcurría con normalidad, recorrimos la isla con nuestra motito y fuimos a la playa a disfrutar del día. Como recién habíamos arrancando el blog y estábamos trabajando muy duro en él, Patri me dijo que si no me importaba volver más temprano al homestay, ya que quería terminar de editar un post antes de cenar.
Yo le dije que sin problemas y a eso de las 4 de la tarde pusimos rumbo de vuelta al homestay. Era un horario en el que jamás habíamos llegado, ya que como dije antes, nos quedábamos todos los días a ver el atardecer.

El bonito atardecer
Cuando llegamos al homestay, yo me detuve a dejar nuestro calzado en un zapatero de la entrada y Patri siguió para la escalera que iba a nuestras habitaciones. Yo subí 10 segundo después. Cuando subo y veo la situación me quedé helado. Nuestra puerta estaba abierta de par en par y teníamos un tipo adentro de nuestra habitación.
Patri no entendía muy bien lo que estaba pasando, o simplemente se había quedado en estado de shock, pero yo como buen argentino entendí todo a la primera. Me planté delante de él sin dejarlo salir de la habitación, mirándolo a los ojos con cara de desquiciado y le dije a Patri que busque en nuestras cosas para ver si faltaba algo.
El chico que estaba adentro, que resultó ser el que nos hacía los desayunos, no paraba de reír y decir “clean, clean, clean”. Solo hablaba cuatro palabras en inglés, por lo que no respondió cuando le contesté: “Clean, clean, clean, pero ni siquiera llevas una escoba en la mano”.
Sabemos que la historia está en su máximo climax, pero vamos a tener que dejar la segunda parte para la semana que viene, ya que lo que pasa a continuación no tiene desperdicio y hay que contarlo con lujo de detalle.

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